México es una potencia energética con una larga tradición en la industria petrolera, y el petróleo marino —extraído principalmente en aguas del Golfo de México— representa uno de los pilares más importantes de su economía. Desde la década de 1970, con el descubrimiento de grandes yacimientos como Cantarell, la explotación offshore se convirtió en el motor de generación de ingresos públicos y de desarrollo industrial para el país.
Actualmente, más del 80% de la producción nacional de crudo proviene de plataformas marinas. Estas operaciones abastecen al mercado interno y al sistema de refinación, y sostienen las exportaciones de petróleo crudo, que siguen siendo una fuente clave de divisas para la economía nacional.
Además de su impacto macroeconómico, el petróleo marino genera miles de empleos directos e indirectos: ingenieros, operadores, técnicos, proveedores de servicios, logística, construcción naval y administración. El corredor energético que abarca estados como Campeche, Tabasco y Veracruz depende en gran parte de esta actividad para su dinamismo económico y social.
En un contexto global de transición energética, el desafío para México será lograr que la industria petrolera offshore evolucione hacia estándares más sostenibles, sin perder su papel como columna vertebral de las finanzas públicas.
El petróleo marino es un recurso energético y un activo estratégico que sigue dando forma al presente económico de México, mientras el país se prepara para los retos del futuro.