Los diques marítimos son instalaciones clave para la construcción, reparación y mantenimiento de buques, plataformas y otras estructuras flotantes. Su función principal es permitir el acceso controlado al casco de las embarcaciones por debajo de la línea de flotación, algo fundamental para inspecciones técnicas, renovaciones estructurales o labores de pintura y limpieza. Existen dos tipos principales de diques que cumplen esta función con enfoques distintos: los secos y los flotantes.

El dique seco es una estructura fija, similar a una gran piscina con compuertas. Cuando una embarcación entra, se cierra el acceso y se drena el agua del recinto, dejando el navío completamente apoyado sobre bloques de soporte. Este tipo de dique ofrece gran estabilidad y espacio de trabajo para operaciones complejas, y suele encontrarse en astilleros o bases navales. Su capacidad para recibir grandes buques lo convierte en un elemento estratégico para flotas comerciales, militares y offshore.

El dique flotante, en cambio, es una plataforma sumergible que puede moverse y operar en distintos puntos. Funciona mediante un sistema de compartimentos que se llenan de agua para hundirse y recibir la embarcación, y luego se vacían para emerger y levantar el barco fuera del agua. Esta solución es flexible y permite dar servicio en puertos donde no existe infraestructura fija, además de facilitar el mantenimiento de unidades flotantes en zonas remotas.

Ambos tipos de diques representan un eslabón indispensable en la vida operativa de cualquier buque o estructura marina. Su existencia garantiza que las naves puedan ser intervenidas con seguridad y eficiencia, prolongando su vida útil y cumpliendo con normas técnicas y ambientales. En un sector donde el tiempo de inactividad se traduce en pérdidas millonarias, los diques son sinónimo de continuidad operativa y excelencia técnica.

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